Comentarios Filosóficos

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lunes, 17 de agosto de 2015

Nietzsche 8 (el anticristo)


La época presente siéntese enorgulleccida de su sentido histórico que, ¿cómo ha podido dejarse convencer por esa insensatez de que en el umbral del cristianismo existe una burda fábula de un salvador un hacedor de milagros, y de que todo lo espiritual y lo simbólico se ha desarrollado después? Por el contrario la historia del cristianismo, después de la crucifixión de Jesús, en la historia de una gradual interpretación del simbolismo primitivo, cada vez más falsa y más grosera a medida que el cristianismo se infiltraba entre masas más compactas y más groseras, que iban comprendiendo cada vez menos las primitivas condiciones de su nacimiento, se hacía más y más necesario vulgarizar el cristianismo, barbarizarlo. Así absorbió los dogmas y ritos de todos los cultos subterráneos del imperio romano y la insensatez de toda clase de debilidades mentales.

La precisión de que aquella creencia se volviese tan enferma, tan baja y tan vulgar, cuanto enfermos, bajos vulgares eran los menesteres que tenía que satisfacer, es lo que determina la necesidad de que este mismo.

Cuando el centro de gravedad de la vida no se coloca en la vida, sino en el más allá, en nada, se arrebata la vida su centro de gravedad de la gran mentira de la inmortalidad personal despoja de toda razón y de toda naturalidad al instinto. Todo lo que en los instintos es bienhechor y vital, cuanto promete algún porvenir, se mira con desconfianza. Vivir manera que no haya razón para vivir, es en lo sucesivo la razón de la vida.

¿Se han percatado las gentes del sentido que encierra la célebre historia que figura el principio de la Biblia, el pánico de Dios ante la ciencia? Esa historia no ha sido comprendida un. Ese libro, sacerdotal por excelencia, comienza una gran dificultad interior del sacerdote, para él no hay más que un gran peligro, uno solo; luego tampoco para Dios debe haber más que uno.

El dios antiguo, percepción acabada, tan pronto espíritu como gran sacerdote, se pasea por su jardín pero se aburre. Contra el aburrimiento hasta los dioses luchan en vano ¿qué se le ocurre entonces? Inventar al hombre, el hombre divertido. Pero entonces sucede que el hombre también se aburre. La compasión de Dios por el único pesar propio de todos los paraísos, no tiene. Entonces creo otros animales. Aquí surge de improviso, sin que los santos padres se percaten, la primera equivocación de Dios: el hombre no supo divertirse con los animales, reinó sobre ello, el ni siquiera quiso ser animal. En vista de ello, Dios crea la mujer. Y como por arte de magia, desaparece el aburrimiento y otras muchas cosas. La mujer fue la segunda equivocación de Dios: “por naturaleza toda mujer es una serpiente, Eva”; cualquier sacerdote lo sabe, comienza por la mujer vienen todos los males al mundo” la mujer hace comer al hombre del fruto del árbol de la ciencia. ¿Y qué sucede entonces? El pánico se apodera del dios antiguo. El hombre mismo, creado a su imagen y semejanza, se ha convertido en la mayor de sus equivocaciones, se ha creado un rival que, la ciencia lo hace igual a Dios, habrán acabado los sacerdotes y los dioses, si el hombre se vuelve sabio moraleja: la ciencia es en sí el fruto prohibido; el único vedado. La ciencia es el primer pecado, el germen de todo pecado, el pecado original esto sólo es la moral: “no conocerás”; lo demás son consecuencia. El terror de Dios no le impidió ser sagaz ¿cómo es posible defenderse de la ciencia? Tal ha sido durante mucho tiempo, el magno problema. Contestación: que el hombre salga del paraíso. La dicha y la ociosidad evocan pensamientos que, todo pensamiento es malo en sí, por lo tanto el hombre no debe pensar.

Y el sacerdote en sí inventó el castigo, la muerte, el peligro mortal del embarazo todo género de miseria, la vejez, los cuidados, y en primer término, la enfermedad la miseria impide que piense el hombre. Y con todo la obra del conocimiento se levanta gigantesca y toca muerte en el ocaso de los dioses. ¿Qué hacer? El dios antiguo inventa la guerra; separa los pueblos; hace que los hombres extermine mutuamente. La guerra es una gran perturbadora de la ciencia. El dios antiguo toma la última resolución: “el hombre se ha vuelto sabio, no se le puede utilizar, no tengo más remedio que ahogarlo”.

El principio de la Biblia contiene toda la psicología del sacerdote. Para el sacerdote no hay más que un gran peligro: la ciencia, la sana noción de causa y efecto. Mas la ciencia no prospera, por lo general, más que en buenas condiciones, se necesita tiempo, tener inteligencia sobrante para conocer por lo tanto hay que hacer al hombre desgraciado. Tal ha sido en todos los tiempo la lógica del sacerdote. Se comprende que siguiendo esta lógica, se halla introducido al mundo el pecado que, la idea de culpabilidad, de castigo, todo el orden moral, ha sido inventado contra la ciencia, contra la emancipación del hombre del poder del sacerdote. El hombre no debe salir de sí, debe mirar hacia sí mismo, no debe ver las cosas; con razón y prudencia para aprender, no debe ver nada, debe padecer.

Debe padecer de manera que tenga siempre la necesidad de sacerdote. La idea de culpa y de castigo, incluyendo la doctrina de la gracia, de la salvación del perdón, no representa otra cosa que un conjunto de mentira sin realidad psicológica alguna, inventada para destruir en el hombre el sentido de las causas, un atentado contra las ideas de causa y efecto.

El pecado has inventado para hacer imposible la ciencia, la cultura, la elevación y nobleza de la humanidad el reino de sacerdote se levanta sobre los cimientos del pecado.

El cristianismo vive en perenne lucha con la rectitud intelectual; la razón enferma es la única razón cristiana. Se pone al lado de todo lo que carece de inteligencia, pronuncia el anatema contra el espíritu, contra la soberbia del espíritu sano como la enfermera es parte esencial del cristianismo, es preciso también que el Estado típico piano, la fe, sea una forma mórbida; es necesario que todos los caminos rectos, leales, científico, que conducen el conocimiento se han repudiado por la Iglesia como sendas prohibidas. La simple duda ya es un pecado. La fe estriba en querer ignorarlo verdadero creyente, el eclesiástico, de uno y otro sexo, es falsario porque está enfermo; quinto le exige que la verdad no recobre su derecho. “Lo que hace enfermar y bueno, lo que desborda plenitud de potencias malo”; tal es el criterio del creyente.

Hace mucho tiempo ser ve que las convicciones son, acaso, enemigos más peligrosos para la verdad que las mentiras estimo, mentira negarse a ver ciertas cosas que se ven, negarse a ver alguna cosa tal como es; importa poco que la mentira tenga o no testigo. La mentira más frecuente es aquella con que nos engañamos a nosotros mismos, mentirle a los demás es un caso relativamente excepcional pero el no querer ver lo que se ve, el no querer ver como se ve, es la condición primera para todos los que pertenecen a un partido porque el hombre de partido necesariamente se vuelve mentiroso.


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