Comentarios Filosóficos

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domingo, 26 de julio de 2015

Nietzsche 2 (la Gaya ciencia)



Para ser sabio es preciso querer que ciertas cosas os sucedan en la vida; por lo tanto, es preciso echarse en la boca de los acontecimientos, penetrar hasta en el alma de los sucesos. Verdad es que esto es muy peligroso; muchos sabios han sido devorados así.

Por la falta de dominio de sí mismo en las circunstancias mínimas, la facultad de dominarse en los casos más graves se desmenuza y esteriliza poco a poco.

Que quiera dejarse arrastrar y desea ser elevado, que tenga cuidado de no hacerse demasiado pesado es decir, que no aprenda demasiadas cosas, y, sobre todo, que no sé deje invadir por la ciencia.

No deis jamás libre curso a los remordimiento, sino decíos: "esto sería añadir una segunda tontería a la primera", si se ha hecho el mal, es necesario pensar en hacer el bien.

Cambiar de opiniones es, para ciertas personas, una exigencia del aseo, lo mismo que cambiar de ropa.

Aquel que no es terrible para sí, no inspira terror a nadie, y sólo el que inspira terror puede dirigir a los demás.

Aunque mire a los hombres con benevolencia o con malos ojos, siempre los encuentro a todos y a cada uno de ellos, ocupados en lo mismo: garantizar la conservación de la especie humana. No por amor a la especie, sino porque en ellos no hay nada tan fuerte, tan irresistible e inexorable como ese instinto que constituyen la esencia de la especie. Cuando se mira hacia abajo, costumbre muy generalizada, se logra clasificar y separar a los prójimos agrupando los buenos y malos, en útiles o inútiles; pero cuando se medita haciendo un balance general sobre el conjunto, se invalida esa selección renunciando a esa.

El hombre más perjudicial posiblemente sea el más útil para la conservación de la especie, pues lleva consigo y trasmite a los demás, por su influencia, aquellos instintos sin los cuales la humanidad hace tiempo que habría degenerado. El odio, las alegrías malsanas, la sed de rapiña y dominación todo lo considerado como el mal, son parte de los elementos necesarios para la conservación de la especie y aunque tales elementos sean costosos e insensatos, está probado que hasta ahora conservaron la especie.

Los espíritus más fuertes y más malos han sido hasta ahora los que mayores progresos han reportado a la humanidad. Ellos volvieron a encender de nuevo las pasiones que se adormecía, despertaron de nuevo al espíritu de comparación y de contradicción, la afición al nuevo, algo atrevido, a lo no experimentado; obligaron al hombre a oponer opiniones a opinión, un arquetipo a otro arquetipo, las más de las veces con las armas, derribando límites y fronteras, atropellando la piedad, pero también otras veces con nuevas religiones y nueva moral.

La misma maldad reside en el alma de todos los maestros y predicadores de lo nuevo, esa maldad que deshonra al conquistador, hasta cuando se manifiesta de una manera muy sutil y no pone seguidamente a los músculos en acción, con lo cual disminuye su vez descrédito. Lo nuevo es con todo, el mal, bajo cualquier precio, por ser lo que conquista y quiere destruir los viejos límites y la antigua piedad.

Sólo en lo antiguo puede nacer el bien. Los hombres de bien de todas las épocas han sido los que han profundizado en las ideas añejas para hacerlas fructificar, los cultivadores del espíritu. Pero toda tierra acaba por cansarse, y entonces es menester que vuelva la reja del arado del mal.

Y ahora una doctrina usual, radicalmente errónea, pero muy acreditada en Inglaterra, según la cual, los juicios sobre el bien y el mal son la acumulación de los experimentos sobre lo conveniente y lo perjudicial. Con arreglo a esta doctrina, lo que llamamos bien es lo que conserva la especie, y lo que llamamos mal, lo perjudicial para esa. Pero, en realidad, los malos instintos son tan oportunos, tan conservadores de la especie,  tan indispensables como los buenos, lo que hay es que su misión es diferente.

La compasión es el sentimiento más grato a los que son poco orgullosos y no abrigan esperanzas de grandes conquistas.

Examinad la vida de los hombres y estilos pueblos, la de los mejores y más fecundos, y decidme si un árbol que ha de llevarse orgullosamente al aire se puede librar del mal tiempo y de las tempestades; si la hostilidad y la resistencia del medio exterior y todas las manifestaciones del odio, de la envidia, de la testarudez, de la desconfianza, de la dureza, de la codicia y la violencia no son circunstancias favorables, sin las cuales sería imposible de un gran crecimiento, ni aún de la virtud. El veneno que mata al débil es un reconstituyente para el fuerte y es que no le llama veneno

Vivir significa: rechazar de continuo algo que quiere morir. Vivir significa ser cruel e implacable en todo lo que en nosotros se debilita y envejece, y no sólo en nosotros. ¿Significará vivir no tener compasión de los agonizantes, los desgraciados y los viejos? ¿Significará ser asesino incesantemente? Y, sin embargo, el viejo Moisés dijo: no matarás.

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