Comentarios Filosóficos

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lunes, 27 de julio de 2015

Nietzsche 4 (la gaya ciencia)



¿Cómo se formó la lógica en la cabeza del hombre? Sin duda mediante lo ilógico, cuya esfera debió ser inmensa primitivamente. Parece cada vez más cierto que han ido desapareciendo innumerables seres que discurrían diferentemente de cómo nosotros que escurrimos. Aquel que no acertaba, por ejemplo, a descubrir semejanzas en lo relativo a los alimentos o los animales enemigos del hombre, el que establecía con demasiada lentitud las categorías o era demasiado circunspecto en la subsunción o clasificación de las ideas, disminuía sus probabilidades de duración mucho más que aquel otro que en presencia de cosas parecidas deducía inmediatamente su igualdad.

De suerte que una inclinación predominante a considerar desde el primer instante las cosas parecidas como iguales, propensión ilógica en realidad, pues no hay cosa que sería igual a otra, fue quien echó primeramente los cimientos de la lógica. De igual manera, para que se formase la noción de sustancia indispensable para la lógica, fue preciso que por mucho tiempo no se viera ni sintiese lo que hay de mudable en las cosas.

Los seres que no veían esto con exactitud tuvieron una ventaja sobre aquellos que advertían las fluctuaciones de las cosas. Todo grado superior de circunspección en las conclusiones, toda propensión al escepticismo es ya de por sí un gran peligro para la vida.

Ningún ser viviente hubiese logrado conservarse si no se hubiera desarrollado con intensidad extraordinaria la inclinación contraria a aquella: la propensión a afirmar cualquier cosa antes que suspender el juicio, a engañarse y amplificar antes que esperar, a aprobar antes que negarse a juzgar como quiera que sea antes que ser meticuloso.

Causa y efecto: he ahí una dualidad que probablemente no existe. En realidad lo que tenemos delante es una continuidad, de la cual aislamos algunas partes, de la misma manera que percibimos un movimiento como una serie de puntos aislados, pero no lo vemos, lo suponemos. En ese veloz segundo hay una infinidad de fenómenos que se nos escapan. Una inteligencia que viese las causas y los efectos en forma de continuidad no a la manera que nosotros los vemos, en arbitrario fraccionamiento, que viese en suma el curso de los acontecimientos, negaría los conceptos dos de causa y efecto y toda condicionalidad.

El hombre ha sido criado por sus errores: en primer lugar, se ve siempre incompletamente y nada más, segundo lugar, se atribuye cualidades imaginarias, en tercer lugar, se figurara hallarse en una relación, que es falsa, con la naturaleza, y en cuarto, inventa tablas de bienes siempre nuevas, que por espacio de algún tiempo considera, no obstante, como eternas y absolutas.

Donde quiera que rige una moral, hallamos una evaluación y una clasificación de los actos y de los instintos humanos. Tales evaluaciones y clasificaciones expresan siempre las necesidades de una comunidad o un rebaño. Lo que conviene en primer término a la grey es también la superior medida que se aplica al valor de los individuos.

La moral enseña al individuo a ser función del rebaño y a no atribuirse valor más que en concepto de tal función. Y como las condiciones para la conservación de una comunidad han sido muy diferentes a veces de las que otras requería, de ahí que haya habido morales también muy diferentes.

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