Comentarios Filosóficos

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jueves, 30 de julio de 2015

Nietzsche 7 (el anticristo)

En el cristianismo, la religión no está en contacto con la realidad; tampoco la moralidad. No hay más que causas imaginarias (Dios, el alma, yo, el espíritu, el libre albedrío) y, por supuesto, efectos imaginarios (pecado, la salvación, la gracia, la expiación, el perdón de los pecados); una relación imaginaria entre los seres (los espíritus, el alma); una ciencia natural que sólo existen algunas imaginaciones; una psicología imaginaria(el arrepentimiento, la voz de la conciencia, la tentación del espíritu maligno, la presencia de Dios); una teología imaginaria (el reino de Dios, el juicio final, la vida eterna).

Ese mundo de ficciones se distingue, desfavorablemente para él, del mundo del ensueño, en que este refleja la realidad, mientras que el otro no hace más que falsear la para negarla después y despreciarla. Desde que se inventó el concepto naturaleza en oposición al concepto de Dios, la naturaleza se hizo sinónimo de despreciable y todo ese mundo de puras ficciones tiene su base en el odio contra lo natural, contra la realidad; es la expresión de una profunda aversión a la realidad. ¿Quién es el único que tiene motivos para salirse de la realidad por medio de una mentira?. Aquel a quien la realidad hace padecer. Y padecer, en este caso, significa ser una realidad frustrada. La preponderancia del sentimiento de no placer sobre el placer, es la causa de esta religión y esta moral ficticia.

La religión de buda está más saturada de realismo que la religión cristiana. Tiene, como herencia recibida, la facultad de saber objetivamente y plantear fríamente los problemas; vino después de un movimiento filosófico de muchos siglos; la idea de Dios ya estaba destruida cuando llegó esta religión. El budismo es la única religión verdaderamente positiva que nos muestra la historia, hasta en su teoría del conocimiento; no dice "lucha contra el pecado", sino que reconociendo los derechos de la realidad, dice: lucha contra el dolor.

Único remedio prescribe: la vida al aire libre, la vida errante, la templanza y la elección de los alimentos, la precaución contra los licores espirituosos y contra todos los estados afectivos que querían bilis y encienden la sangre; ¡nada de cuidados ni por sí ni por el prójimo! Recomienda representaciones que proporcionan el descanso o la alegría, inventa el medio de desembarazarse de los demás. Interpreta la bondad, el ser bueno, como cosa favorable de la salud. Todo eso está considerado como medio de combatir el exceso de sensibilidad; por eso el budismo no exige la lucha contra los herejes.

Se buscaba como fin supremo la calma, el silencio, la carencia de deseos, y se alcanzó este fin. El budismo no es una religión donde se aspira solamente la perfección, la perfección es el estado normal de los budistas.

En la religión de Cristo, figuran en primera línea los instintos de los subyugados y los oprimidos; las castas más bajas son las que buscan en él su salvación. Mantiénese, por medio de la oración, la comunicación con un poderoso llamado Dios; lo más alto es considerado como inaccesible. Recházase la carne y se rechaza de higiene. También es esencialmente cristiana cierta predisposición a la crueldad para consigo mismo para con los demás; el odio los incrédulos y a los disidentes, la manía de perseguir.

En primera línea se agitan ideas sin tranquilizadoras y sombrías; los estados del alma más preciados y que recibe nombres más honroso, están todos sujetos a un principio de epilepsia, el género de vida está ordenado de manera que favorezca los fenómenos mórbidos y sobrexcite nervios. Cristianismo es sinónimo de odio a la inteligencia, al orgullo, al valor, a la libertad, al libertinaje del espíritu. Al decir cristiano, se sobreentiende que se pretende expresar odio a los sentidos, al deleite general.

Al desbordarse el cristianismo del círculo donde por espacio de tantos años estuvo encerrado (las castas inferiores) que, cuando busco la fuerza entre los pueblos bárbaros, no tenía delante de sí, como materia prima, hombre fatigado, sino hombres embrutecidos interiormente que se destrozaban unos a otros. El descontento de sí mismo, el dolor de sí mismo, no crearon este caso, como entre los budistas, hiperestesia y excesiva facultad de padecer, sino al revés: un enorme deseo de producir sufrimiento, de desencadenar la tensión interior en actos de ideas crueles.

Necesitaba el cristianismo de ideas y valores bárbaros para adueñarse de las multitudes bárbaras: el desprecio de la inteligencia y la cultura, el tormento bajo todas sus formas corporales y espirituales, la gran pompa del culto. El budismo es una religión de hombres rezagados de razas que se han vuelto buenas, dulces, espirituales y son sensibles al dolor. El budismo representa un llamamiento a la paz y la serenidad. El cristianismo pretende ejercer su dominio sobre bestias feroces; el medio de que se vale es ponerlas enfermas, la debilitación es la receta cristiana para domesticar.

Se interpreta toda dicha como una recompensa, toda desgracia como castigo de la desobediencia Dios, como un pecado, y viene a parar en esta manera, la más mentirosa de todas, de interpretar una supuesta ley moral trastornando de una vez para siempre los conceptos naturales de causa y efecto. Cuando se destierra del mundo la causalidad natural por medio de la recompensa y el castigo, hace falta una causalidad contra naturaleza, que trae consigo todo lo que es contrario a la naturaleza, un Dios que exige, en vez de un Dios consejero que sea la expresión de toda la inspiración feliz del valor y de la confianza en sí mismo.

¿Qué significa el orden moral? Que existe de una vez y para siempre una voluntad que decide todo lo que el hombre debe hacer y no hacer; que el valor de un pueblo o de un individuo se mide según obedece peor o mejor la voluntad de Dios; que en los destinos de un pueblo con un individuo, la voluntad de Dios influyen un modo casi decisivo, es decir, que castigo recompensa según el grado de obediencia.

Frente a esta lastimosa mentira, la realidad es: uno sujeto parasitario que prosperan a costa de todo lo sano de la vida, los sacerdotes que abusan en nombre de Dios, llaman reino de Dios a un estado de cosas en que el sacerdote quien determina los valores; llaman voluntad de Dios a los medios que utilizan para alcanzar o conservar este estado de cosas; con un frío cinismo miden los pueblos, las épocas, los individuos según se hayan doblegado ante la voluntad sacerdotal o se hayan resistido a ella.

Luego dieron un paso más; la voluntad de Dios, es decir, la condición indispensable para que se conserve el poder del sacerdote, debe ser conocida; para lograrlo se hace preciso una revelación. En otros términos: es menester una gran falsificación literaria; se descubren las sagradas escrituras y se hacen públicas con toda la pompa jerárquica, con ayunos y lamentaciones por el largo período de pecado. Los designios de Dios estaban promulgados hacia mucho tiempo y la desgracia consistía en haberse apartado de las sagradas escrituras.

Desde entonces quedaron coordinadas de tal modo todas las cosas de la vida, que el sacerdote era indispensable en todas partes. En todos los acontecimientos naturales de la vida: en el nacimiento, en el matrimonio, en enfermedad, en la muerte, para no hablar del sacrificio aparece el parásito para desnaturalizar, ellos dicen santificarlo. El sacerdote desprecia y profana la naturaleza, y a causa de esa profanación se alimenta y subsiste.

La desobediencia Dios o, lo que es lo mismo, al sacerdote, a la ley, toma el nombre de pecado. Los medios de reconciliarse con Dios son, como es natural, medios que aseguran más radicalmente todavía la sumisión al sacerdote. El sacerdote es el único que posee el poder de redimir. Considerado psicológicamente, los pecados son necesarios en toda sociedad organizada sacerdotalmente son los instrumentos del poder; el sacerdote vive de los pecado, tiene necesidad de que se peque; si no hubiese pecadores el sacerdote los inventaría. Dios perdona al que se arrepiente; en otros términos: el que no se postraron ante el sacerdote se declara el mismo enemigo de Dios.

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