Comentarios Filosóficos

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miércoles, 29 de julio de 2015

Nietzsche 6 (la gaya ciencia)



Es cierto que la reprobación del egoísmo, doctrina practicada con tanta tenacidad y convicción, ha perjudicado sin duda el egoísmo (en beneficio de los instintos de rebaño), sobre todo porque le ha quitado la tranquilidad de conciencia, enseñando a buscar en el egoísmo la verdadera fuente de todos los males. "Guiarse por el interés es en lo que hace desgraciada de la vida", esto es lo que se ha predicado por espacio de millares de años, y eso ha hecho mucho daño al egoísmo y le ha quitado mucho ingenio, mucha serenidad, mucha gracia, mucha belleza, embruteciéndote, afeándole, envenenándole. La filosofía antigua denunciaba en cambio otra fuente principal de males. Desde Sócrates, los pensadores no se cansaron de decir: "vuestro aturdimiento y vuestra tontería, el regalo de vuestra vida normalizada, vuestra subordinación a la opinión del vecino, son las razones que os impiden frecuentemente ser felices; nosotros los pensadores somos más felices, porque somos pensadores". No vamos ahora a averiguar si este sermón contra la necedad tiene mejores razones en qué fundarse que el otro sermón contra el egoísmo; pero lo que sí es cierto es que ha quitado a la tontería su tranquilidad de conciencia.

¿Os conviene ser ante todo hombre compasivo? ¿Conviene a los que parecen que los compadezcáis? Lo que nos hace parecer más honda y personalmente es casi incomprensible e inasequible para los demás; por eso permanecemos ocultos para el prójimo, aunque comamos con él en el mismo plato.

Nuestro dolor es malinterpretado por quienquiera que observe que padecemos, pues lo propio del sentimiento de compasión es despojar al dolor ajeno de lo que tiene de personal. Nuestros bienhechores rebajan más que nuestros enemigos nuestro valor y nuestra voluntad. En la mayor parte de los beneficios que se hacen a los desgraciados hay algo que indigna, por la indiferencia intelectual con que el compasivo se juzgar al destino sin saber nada de las consecuencias y complicaciones interiores que para mi o para ti se llaman infortunio.

Toda la economía de mi alma, un equilibrio ante la desgracia, las nueva fuente que abre y las necesidades nuevas que de ella dimana, las viejas heridas que se cierran, las épocas enteras de lo pasado que son arrolladas, de todo eso que con la desgracia se liga, no se preocupa nuestro buen compasivo: quiere socorrer y no piensa que la desgracia puede ser una necesidad personal y que tu o yo podemos necesitar tanto del terror, de las privaciones, de la pobreza, de los sobresaltos, de las aventuras, de los peligros y de los desengaños.

El compasivo no sabe nada de esto, el corazón le manda socorrer y quiere hacerlo mejor cuanto más pronto socorre. Si vosotros, los partidarios de esta religión, experimentáis en verdad hacia vosotros mismos un sentimiento semejante al que os inspira el prójimo; si no querés conservar vuestro dolor una hora y ésta es siempre previniendo de lejos cualquier desgracia imaginable, si el dolor y las molestias os parecen en general cosas malas, odiosas, dignas de ser suprimidas, como una mancha de la vida, entonces, además de vuestra religión de caridad tenéis otra religión en el corazón: la religión del bienestar.

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